Hoy os traigo un relato muy especial que se sale de mi zona de confort. Quedó entre las menciones honoríficas de un concurso organizado por @escribirfantasia.
¡Que lo disfrutéis!
El incienso flotaba en la minúscula habitación de Naisha. Sentada sobre el suelo, mantenía sus piernas cruzadas y trataba de concentrarse a pesar del calor y la humedad. Los pliegues de sus ropajes coloridos se estiraban y encogían a cada inquieto movimiento de la niña. Estaba nerviosa pero convencida de que debía hacer aquello. Inspiró hondo y tomó con sus manos el pesado diccionario que reposaba a sus pies y que parecía mirarla retadoramente. Hojeó sus páginas llenas de palabras en sánscrito, cada una con su significado, todas vacías para ella. En la página 548 sabía que encontraría un papel gastado que había sustraído de la biblioteca, arriesgándose a que la descubrieran. Lo había extraído de un antiguo pergamino titulado: «Cómo invocar a los demonios». Esto habría atemorizado a cualquier niño, e incluso a cualquier adulto que profesase el budismo… ¡a cualquiera en realidad! Pero Naisha lo necesitaba, así que trató de ignorar los potentes olores de comida y estiércol provenientes de la calle, el ruido de los motores de los vehículos y el miedo que atenazaba su corazón.
El documento oculto en el diccionario indicaba que el primer paso para invocar a un demonio era disponer ramas de árboles podridos formando un círculo en el suelo. Por ello, había acudido al bosque la noche anterior para recolectar hojas secas de la estación pasada y madera húmeda que pesaba tanto que apenas podía cargar con ella con sus pequeños brazos. El segundo paso era colocar velas fuera del círculo de ramas para atraer hasta ella al demonio. Por último, el ritual precisaba de un invocante que recitase las palabras correctas y se sumiese en un estado de hipnosis hasta que el ser del inframundo apareciese. Una vez invocado, el documento indicaba que el demonio se iría cuando le viniese en gana.
Con todo dispuesto, Naisha comenzó a recitar el mantra, que en este caso no era para protegerse de las criaturas malvadas, sino para llamar a una. El calor que emitían las velas aumentaba el sudor que caía por su frente adornada con un punto rojizo y empapaba su pelo negro como una noche sin luna. Naisha se sintió flotar durante la oración, así que supuso que aquello sería la hipnosis. Era incluso agradable. No tenía ni idea de cómo sería el demonio que aparecería, pero esperaba que pudiese ayudarla, era el único que podría.
De pronto, la habitación fue inundada por una luz morada y siniestra, que vino acompañada de una ráfaga de viento que apagó las velas de un plumazo.
—¡Por fin estoy de vuelta! ¡Sí! Esta sensación… se saborea la destrucción y el sufrimiento —habló una voz grave y gorgoteante. Naisha despertó de su estado de ensoñación y temió que los desconocidos con los que convivía entrasen y la descubriesen allí con aquel… ser. Lo miró atentamente y la verdad es que había esperado una criatura más grande, aunque ella no sabía mucho de demonios. Estaba frente a un ser de apariencia reptiliana con orejas puntiagudas y alas escamosas y viscosas. Emitía un potente olor azufrado y le llegaba a la altura de sus rodillas, por lo que se agachó para verlo mejor.
—Hola, ¿eres un demonio?
—¡Ag! Una humana, ¡qué asco!
—Más asco das tú, me estás llenando la habitación de moco.
—¡Niña insolente! ¿A quién crees que has invocado? ¡Soy el legendario Vetala!
—¿Y eras así de pequeñito en las leyendas?
—Ha salido graciosilla la niña —bufó el pequeño demonio sacándole la lengua bífida—. Venga, habla, di lo que quieras de mí y déjame a mi aire. ¡Sembraré el caos!
—Quiero el objeto que te proporciona los placeres que desees. ¿Lo tienes? Aquí pone que todos los demonios tenéis uno.
—¡Déjame ver! —el demonio le arrebató el papel a Naisha y lo leyó atentamente con sus ojos rojos—. Vaya, al final los humanos os enteráis de algo y todo… ¡Está bien! Te presto mi pluma del placer por un rato, ¿sabes cómo funciona?
—No —contestó la niña recelosa ante la facilidad con la que el demonio le iba a dejar su posesión más preciada. Se dice que las criaturas malvadas siembran la destrucción gracias a unos objetos que hacen realidad todos sus placeres, que en el caso de los demonios consisten en torturar humanos.
—¡Aquí la tengo! —Vetala hurgó en sus fauces y extrajo un objeto alargado que parecía estar compuesto de oscuridad—. Mira, es fácil, si consigues sostener el objeto sin que te mate te permite dibujar lo que tú quieras. Por ejemplo, dibujemos un delicioso pastel que tanto os gusta a los humanos.
El pequeño demonio realizó unos trazos negros en el aire que pronto se materializaron y tomaron la forma de un pastel, tal y como había anunciado.
—¡Increíble! ¿Me dejas probar? —preguntó la niña asombrada. Si lo que Vetala prometía era cierto estaba a tan solo un paso de recuperar la fuente de su felicidad. Eso si no moría en el intento. El demonio voló hasta la altura de su cara y tendió la pluma a Naisha. Ella acercó su mano temblorosa a aquel inusual bolígrafo y cerró los ojos al agarrarlo. Comprobó con gran alivio que el objeto estaba frío y era suave como el algodón. Le fascinó tanto que se acarició la cara con él.
—¡¿Pero qué haces?! ¿Cómo es posible que una simple humana como tú se divierta usando un objeto demoníaco?
—Lo siento, demonio. ¿Me puedes dejar a solas para que realice mi deseo?
—¡Todo son exigencias! Me daré una vuelta por el barrio y regresaré en cinco minutos, para entonces me lo devolverás y, ¡sembraré el caos en este mundo!
Vetala se alejó volando entre risas sobrehumanas. Por fin, sin la presencia perturbadora del demonio, comenzó a dibujar. Recordaba cada detalle de la figura de su padre. Su pelo corto, sus ojos amables, las arrugas de su rostro, sus hombros escuálidos pero fuertes, sus pies llenos de callos. También se acordaba de su muerte. Pero eso estaba a punto de cambiar porque lo traería de nuevo a la vida. Se esmeró en su particular dibujo y dio vueltas alrededor de su creación para asegurarse de que quedaba perfecto, no quería resucitar a la persona equivocada. Extasiada ante la posibilidad de volver a ver a su padre, trazó por último los cálidos dedos de su mano.
Sin embargo, los trazos se desvanecieron en el aire y de allí no apareció su padre. Alarmada, Naisha probó a dibujar otra cosa, cualquier cosa, cualquier placer: ¡dinero! Tal vez ella no fuera capaz de materializar como hacía el demonio, pero entonces cientos de monedas cayeron al suelo con un estruendoso tintineo. Abatida, comenzó a llorar con la pluma aún en la mano. Para colmo, el demonio volvió.
—¡Ah! Humanos, perdidos por la codicia del vil dinero. No me esperaba exactamente que una niña lo dibujase, aunque viendo cómo vives lo puedo entender. Yo vivo en un palacio, ¿sabes? En fin, devuélveme mi pluma —de un manotazo, el demonio le arrebató la pluma a la niña.
—¡Espera, por favor! No quería dibujar esto, quería…
—¿Qué? Ya no hay más deseos.
—¡Quería resucitar a mi padre! Ayúdame, Vetala, por favor. ¡No se ha materializado!
—Ah, eso… Claro, es normal, solo los demonios podemos resucitar a los muertos. Se me olvidó mencionarte, pero tampoco esperaba ese deseo de una niña.
—Pues te lo ruego, ¡dibuja tú a mi padre!
—¡Ni hablar, niña! Ya me has entretenido suficiente —el demonio hizo ademán de marcharse, pero Naisha lo agarró con fuerza de un ala—. ¡Au!
—Haré cualquier cosa, lo que sea.
—Con que cualquier cosa, ¿eh? Pero, niña, tú sabes que tratar con demonios no trae nada beneficioso para ti, ¿verdad? Millones de humanos han padecido por hacer pactos conmigo.
—Me da igual. Solo quiero que mi padre viva.
Naisha podría haberlo dejado estar. Podría haber cogido el dinero que había dibujado. Podría haber tenido un futuro provechoso, pero estaba sola en este mundo y eso le daba pie a pensar que nada podía ser peor.
—Eres determinada y valiente, a pesar de tu edad. ¿Sabes qué? Haré una excepción contigo. Como he visto que la pluma de los placeres no solo no te ha rechazado, sino que ha demás te ha parecido agradable, te propongo convertirte en demonio.
—¿Yo? Pero no quiero ser un demonio, no me gusta hacer el mal. Además, quiero estar con mi padre.
—Ahí está el truco. O te conviertes en demonio y tu padre vive o sigues con tu miserable vida. ¿Cómo te llamas?
—Naisha.
—Bonito nombre para un demonio. Créeme, Naisha, los demonios vivimos mejor que tú y somos infinitamente más crueles y despiadados. No hay justicia, no hay dioses buenos y malos. ¡Solo nos sabemos montar la gran vida!
—Está bien, acepto, Vetala —dijo por fin Naisha tras reflexionar sobre las palabras del demonio—. ¿Qué tengo que hacer?
—Excelente decisión. Mira, únicamente tienes que dibujar cómo quieres que sea tu apariencia demoníaca y cuando se materialice debes dejar que te devore.
—No me gusta mucho la idea… ¿Y si me estás engañando solo para ilusionarme y matarme?
—¡Es posible! —rió Vetala—. Tendrás que confiar en mí.
Naisha resopló y rezó la única oración que sabía gracias a que su padre se la había enseñado. «Esto es por ti», pensó mientras dibujaba un demonio adecuado para ella. Tomó forma de una mujer esbelta y de bellos ropajes, pero de rostro tenebroso y demacrado. El ser gritó al llegar a este mundo y se comió a Naisha a bocados entre risas de Vetala.
Creyó que nunca más despertaría, que sus días habían terminado y que el pequeño demonio la había engañado, pero no fue así. Naisha recobró la consciencia siendo una mujer, justo como la que había dibujado y que posteriormente la había devorado. Ya no estaba en su habitación, pero Vetala aleteaba junto a ella.
—¡Ha sido muy divertido! Bienvenida al mundo de los demonios, Naisha.
—¿De verdad me he convertido?
—Sí, ¿a qué esperas para dibujar a tu padre?
Nerviosa y temblorosa, buscó en su interior su propia pluma tan negra como el alma de un demonio y dibujó de nuevo a su padre. En esta ocasión, éste sí se materializó y regresó al plano de la realidad. Naisha supo que encontró el dinero que ella había dibujado y que la buscó por todos lados, por lo que hizo un esfuerzo para presentarse ante él con su nueva forma. Al principio, él estaba confuso y asustado ante aquella aparición, pero reconoció a Naisha en cuanto habló.
—Papá.
—¿Naisha? ¿Eres tú? Hija mía, ¿qué te ha pasado?
—Te he traído de vuelta, pero a cambio soy un demonio. Espero que me perdones todo el mal que voy a hacer.
—Hija, no tienes por qué hacer ningún mal, a pesar de ser un demonio. ¡Me has devuelto la vida! Eso es un acto noble.
—Solo quería resucitarte a ti, pero mi esencia demoníaca me arrastrará a la crueldad.
—Lucha contra ella, Naisha. Yo estaré a tu lado —dijo su padre emocionado. Por fin, padre e hija, humano y demonio, se abrazaron entre lágrimas.
FIN
¿Qué os ha transmitido?
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