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Foto del escritorRaquel PM

¿Existe la magia?


¿Crees en la magia? Tal vez hayas contestado que no. Los milagros, los dioses y los hechizos son totalmente contrarios a las leyes de la naturaleza, ¿verdad? No obstante, puede que hayas contestado que sí crees en la magia. Has sentido y vivido experiencias más allá de las palabras, de lo cognoscible y de lo posible. ¿Quién está en lo cierto? Deja que te cuente una historia, nuestra historia.





Al principio, no había nada. Bueno, me corrijo, parecía estar vacío, pero, en realidad, el espacio primigenio era un mar invisible de energía potencial queriendo existir. En el silencio, una y otra vez, pugnaba por empezar a ser algo. Hasta que lo consiguió y la historia comenzó. Todo era uno y estaba compactado infinitamente, hasta que no pudo resistirlo más y la materia comenzó a separarse a toda velocidad. Primero, reinaba la oscuridad pues la luz estaba atrapada en un espacio denso y caliente. Pasado mucho tiempo, la luz fue liberada de su prisión y se expandió por todo el universo. Comenzaron a formarse los átomos y las nubes de gas. Surgieron los astros: estrellas y planetas que poblaron el vasto espacio. Hoy en día, nos separamos a cada segundo un poco más. Desconocemos y siempre desconoceremos qué hay más allá de nuestra burbuja. Pero no debe preocuparnos, porque dentro de ella ya hay suficiente belleza, misterio y movimiento como para nunca aburrirnos.





En nuestro vecindario mismamente, donde se ubica La Tierra, hay mares, montañas y secretos por explorar. Pero esto mismo aplica a nuestro planeta, a pesar de que vivimos en él desde hace aproximadamente dos cientos mil años. Piensa que la probabilidad de que tú, yo y cada uno de nosotros naciéramos es un número tan infinitamente pequeño que podemos considerarlo cero. Entonces, ¿cómo es posible que estemos aquí? ¿Consideras que esto es magia?


Pensamos que la vida se crea y se destruye constantemente. En los mares primigenios de nuestro planeta, la vida ya intentaba formarse. Y lo consiguió. Las primeras células y organismos pululaban por aquellas vastas aguas. No sabemos si tuvo ayuda externa o lo logró ella solita. Tal vez unos meteoritos le dieron las piezas que le faltaban. Tal vez otros seres sembraron unas semillas en nuestro planeta. Tal vez lo hagan en muchos otros. Tal vez el fin del universo es tener vida, para no sentirse tan solo. En cualquier caso, igual que hubo un Big bang con las estrellas, lo hubo con la vida. Explotó en multitud de formas y colores. Y también comenzó la competencia. Es curioso, nuestro planeta tiene una cantidad ingente de recursos, y aún así nos peleamos por ellos y se nos hacen escasos. Lo que nos diferencia de los otros animales, vegetales y microorganismos es que nuestra expansión ha sido rápida y acelerada. Nuestra sed de conocimiento, curiosidad y ambición no tienen fin. Igual que nuestro potencial creador no tiene parangón, tampoco lo tiene nuestra capacidad destructiva.





Desde los orígenes de nuestra especie, hemos hecho lo necesario para sobrevivir: cazar, expoliar, robar, incendiar, dominar… Pero también hemos invertido recursos valiosos en dejar nuestra estampa en el mundo. Siempre nos ha gustado imprimir nuestra firma en un muro, crear utensilios útiles a la vez que bellos, contarnos historias fantásticas sobre dioses que nos protegen y nos castigan, imaginar personajes en el firmamento estrellado y soñar con que volamos. ¿Por qué nos dio la naturaleza este don mientras que a otros se lo negó? Por suerte o por desgracia, no tenemos con quien compararnos. Nuestros hermanos del género Homo más cercanos desaparecieron hace mucho tiempo y, desde entonces, fantaseamos con que nos contacten hermanos del espacio exterior. Soñamos con encontrar vida hasta en el planeta más recóndito, hacemos películas y libros sobre civilizaciones avanzadas porque, en el fondo, queremos que nos transmitan su conocimiento y nos cuenten sus historias. Estamos cansados de ser los seres más innovadores del planeta. De ser el único ser vivo que, además de sobrevivir, está sometido a los ires y venires del dinero. Que debe luchar por entes abstractos: corporaciones, países o dioses. Que debe batallar con su interior y reconciliarse con él para poder vivir en paz. Desde luego, el universo nos ha otorgado dones que, por lo que conocemos, son excepcionales, pero impuestos con un precio muy alto. Aunque también podríamos verlo de otro modo. Tal vez los animales y vegetales con los que convivimos nos envidian. Tal vez desearían para sí lo que nosotros podemos lograr en nuestras vidas. Podrían preferir estar más protegidos de los peligros de los bosques y las aguas. Tal vez las aves tienen rencor hacia nuestros aviones, puede que los castores admiren nuestros edificios y es posible que las plantas prefieran vivir al abrigo de nuestros jardines. ¿No crees que sería mágico poder comunicarnos con todos ellos?





Por hoy, no tengo más historias que contarte. Después de leer este relato, ¿piensas en tu existencia como algo más mágico? ¿Valoras más el cielo estrellado repleto de misterios? ¿Te han entrado ganas de acariciar a tu mascota o regar tus plantas? ¿Se ha despertado en ti nuestro poder creador único y excepcional?


Si ha sido así, por favor, escribe un comentario para compartir ideas. No hemos podido determinar si existe la magia, pero al menos podemos hacer un poco de ella dejándonos fascinar por las historias. Si te gusta la literatura fantástica, aquí puedes ver mis novelas publicadas. ¡Hasta la próxima historia!

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